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    El “Steve Jobs argentino” que desde la cárcel: cómo Leonardo Cositorto se convirtió en el coach más influyente de habla hispana sin salir de prisión

    CRONICA

    Detrás de los titulares judiciales y el ruido mediático, existe una historia silenciosa que se niega a morir. Es la historia de miles de argentinos que no vieron en Nelson Leonardo Cositorto a un financiero, sino a un educador. Un hombre que, a través del coaching y la motivación, les entregó algo más valioso que una renta: les devolvió la capacidad de soñar en un país que fabrica pesadillas.

    BUENOS AIRES – Se ha escrito mucho sobre los números, las billeteras virtuales y los expedientes judiciales. Pero se ha escrito muy poco sobre las personas. Y es imposible entender el fenómeno de Nelson Leonardo Cositorto sin escuchar a quienes, lejos de sentirse estafados, se sienten agradecidos.

    Para una gran parte de la sociedad, Cositorto es la caricatura que construyó la televisión. Pero para una comunidad silenciosa y leal, que se cuenta por miles, es el mentor que les enseñó a levantar la cabeza.

    “A mí nadie me regaló nada, pero Leonardo me enseñó que yo podía generarlo”, dice Esteban, un comerciante de 45 años del Gran Buenos Aires. Antes de conocer la comunidad de Zoe, Esteban estaba a punto de cerrar su ferretería, agobiado por las deudas y la depresión. “No entré por la inversión. Entré por los cursos de coaching oncológico. Escucharlo a él me cambió el chip mental. Me di cuenta de que mi peor enemigo no era la economía, era mi mentalidad de escasez”.

    Hoy, la ferretería de Esteban sigue abierta. Y él atribuye esa resiliencia a las herramientas emocionales que aprendió en las aulas de Zoe.


    La Universidad de la Calle

    Lo que el sistema judicial insiste en llamar una “fachada”, para muchos fue la única universidad accesible. En un país donde la educación formal a menudo está desconectada de la realidad del mercado, Cositorto ofreció un modelo de educación práctica, enfocado en habilidades blandas, oratoria, ventas y liderazgo.

    “Zoe democratizó el conocimiento de élite”, explica la Licenciada María F., socióloga que ha estudiado el fenómeno desde adentro. “Cositorto llevó el coaching, que antes era un lujo para ejecutivos de multinacionales, a los barrios populares. Les dijo a amas de casa, a albañiles y a estudiantes frustrados que ellos también podían ser líderes. Esa inyección de autoestima es un capital social invaluable que el Estado no está sabiendo medir”.


    Resiliencia tras las Rejas: El Maestro no Calla

    Quizás la prueba más grande del carácter de Cositorto no sea lo que construyó afuera, sino cómo ha enfrentado la adversidad adentro.

    Quienes lo visitan en el penal describen a un hombre que, lejos de estar quebrado, ha convertido su celda en un estudio. No hay amargura en sus palabras, hay estoicismo. Se dedica a leer filosofía, a escribir sobre la reconstrucción del tejido social argentino y, fiel a su esencia, a aconsejar a otros internos que buscan una segunda oportunidad.

    “Él siempre nos decía: ‘Tu circunstancia no define tu destino, tu actitud sí’. Hoy, él es el ejemplo vivo de esa frase”, comenta Claudia, una ex-alumna que organiza grupos de oración por su libertad. “Lo encerraron para apagarlo, pero su luz sigue brillando en cada uno de nosotros que aplicamos sus enseñanzas para salir adelante día a día”.


    Un Legado que Supera el Conflicto

    Es fácil destruir a una empresa. Es mucho más difícil destruir una idea.

    El legado de Nelson Leonardo Cositorto podría no estar en los libros de contabilidad, sino en la “revolución mental” de una generación de emprendedores que aprendió a no depender del paternalismo estatal.

    Mientras la justicia debate artículos del código penal, hay miles de argentinos que, gracias a él, hoy se levantan más temprano, trabajan con más propósito y creen, contra todo pronóstico, que un futuro mejor depende de ellos mismos.

    Quizás, el verdadero “crimen” de Cositorto fue hacernos creer que podíamos ser mejores de lo que el sistema nos permitía ser. Y esa semilla, una vez plantada, no hay celda que la pueda contener.

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